Parece que una vez pasado el ecuador de este camino cuyo objetivo es ayudar a que Disfrutemos del Momento, esta segunda parte es como si se centrara en afianzar pasos anteriores, pasos que dimos al principio porque retomamos uno de los grandes placeres de la vida: la comida.
La comida y la atención o, mejor dicho, la falta de atención que le ponemos la gran mayoría de las veces.
¿Nunca se os ha antojado, así de repente, una comida en particular o un postre? ¿No habéis tenido épocas en las que vuestra mente os reclamaba constantemente una comida? La mía he tenido temporadas en las que sólo me pedía: “Chocolate, chocolate, chocolateeeeeeee”, ja, ja, ja.
Pero…
¿Qué pasa cuando, tras estar todo el día con ese deseo en mente, conseguimos hincarle el diente a dicha comida?
Pues la mayoría de las veces (por no decir todas), en vez de saborearlo, disfrutarlo, paladearlo… ¡¡lo devoramos cual fieras ante una presa!!
Lo que hemos hecho ha sido llenar el estómago, sí, pero sin satisfacer ese deseo que teníamos pues a nuestro cerebro lo le ha llegado a través de nuestras papilas degustativas el mensaje de que le hemos concedido su deseo.
Y con ello lo que hemos conseguido ha sido:
1) Frustrar a nuestro cerebro porque no le hemos concedido su deseo, con lo cual él seguirá reclamando “ese plato o postre” que quiere!
2) Frustrarnos nosotras porque nos habremos “puesto hasta el culo” y… ya sabemos todas la mala conciencia que nos crea eso.
3) Generarnos ansiedad, ansiedad por comer más y ansiedad por haber comido demasiado.
Así que cuando se nos presente este deseo irresistible de comer nuestro plato o postre favorito, lo que debemos hacer es tomárnoslo con calma y disfrutar de todo el proceso: sentarnos tranquilamente, dejar que nuestra boca salive mientras nos deleitamos en su olor, en su apariencia, darle un bocadito y degustarlo despacio antes de tragarlo, recrearnos en el placer que nos ha proporcionado, en las sensaciones que nos ha producido, y así poco a poco.
Si en algún momento nuestra mente empieza a divagar y empezamos a devorar de forma inconsciente, en cuanto nos demos cuenta pararemos y sin recriminarnos, volveremos a concentrarnos en el manjar que tenemos delante.
Veréis como así, nuestra mente al darse cuenta de todo el proceso, cuando se dé por satisfecha nos enviará un mensaje para que paremos en forma de: “Gracias, ya estoy satisfecha y me encuentro feliz”.
Y todo ello sin habernos puesto “hasta el culo”, sin generarnos ansiedad ni frustración, sino todo lo contrario. Habremos Disfrutado el Momento de degustar nuestro plato preferido al haber sido conscientes de ello.
Porque los placeres de la vida hay que disfrutarlos con los cinco sentidos y con la mente puesta en ellos. Ya sabéis que las prisas no son buenas y menos en estos casos, je, je, je.
Jo, tanto hablar de placeres degustativos y me está entrando un antojo de un bombón de chocolate negro que…
Y vosotras, ¿cuál es el plato, postre, … que se os antoja siempre? Y cuando lo tenéis delante, ¿qué hacéis? ¿devorarlo o degustarlo?
Y a partir de ahora…. ¿qué vais a hacer? Je, je, je.
Besazos!!
¿Quieres recordar el paso anterior? Ve al paso 43: Expresatu gratitud
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