Como la mayoría de las mujeres, cada vez que voy a la peluquería voy con cierta aprensión, por no llamarle miedito. Y no porque tema que me hagan un Cristo o que cuando diga que me corten las puntas dos dedos salga con dos palmos de menos.
¡Qué va! Lo que temo es qué nuevo producto maravilloso Bárbara, mi peluquera, me ofrecerá para que pruebe gratuitamente porque, tras varios años de conocerla he llegado a confiar en ella tan ciegamente (pocas veces se puede decir eso de una peluquera) sé que como los camellos, tras la primera dosis gratuita me va a tener enganchada de por vida, ja, ja, ja.
Y lo último con lo que me tiene enganchada, desde hace ya unos nueve meses, ha sido con los productos I.C.O.N. y su línea de hidratación capilar.
