No hay peor juez
que el que llevamos todos dentro. Tanto para lo bueno como para lo malo. Porque
cuando se trata de valorar, de opinar por muy objetivo que se quiera ser es muy
difícil que no entre cierta parte de subjetividad. Sobre todo porque de eso se
tratan las opiniones: de dar nuestro punto de vista sobre algo. Y si ese “algo”
somos nosotros mismos… misión casi imposible la de ser objetivos.
Y tan malo es
sobrevalorarnos como infravalorarnos. Porque con cualquiera de esas actitudes
nos estamos auto-engañando.
Así que el paso
de hoy consiste en hacer un ejercicio de autovaloración lo más objetiva posible
para volverá poner los pies en el suelo y mantener una actitud abierta con
respecto a nuestras cualidades y nuestros defectos.
Empezaremos
haciendo una lista con las que consideramos nuestras tres mejores cualidades, los que consideramos que son nuestros
mejores tres puntos fuertes.
Después
intentaremos darle la vuelta a dichas cualidades, es decir, pensaremos
situaciones en las que dichas cualidades nos han resultado o nos podrían
resultar perjudiciales.
Puede que visto
desde este punto de vista caigamos en la cuenta de que alguno de los que
considerábamos nuestro mejor punto fuerte, nuestra mejor cualidad, no lo es
tanto, sino todo lo contrario.
Oye, a lo mejor
esa franqueza de la que tanto nos
enorgullecemos, resulta que no es franqueza sino brusquedad y ha hecho que más de una persona nos considere bordes.
Una vez
analizadas nuestras tres mejores cualidades, hagamos lo mismo con nuestros las tres cosas que menos nos gustan de
nosotros, los que consideramos
nuestros tres peores defectos.
Ahora hagamos lo
mismo que con las cualidades y planteémonos circunstancias en las que dichos
defectos nos pudieran resultar beneficiosos.
Esta parte quizás
sea un poco más difícil, porque … ¿en qué situación puede resultar beneficioso
el ser una persona negativa? Oye, pues quizás que cuando te pasa alguna de las
malas cosas que ves por todos los lados pues… como ya sabías que iba a pasar
aceptas los golpes de la vida con
resignación y, por tanto, no los sufres tanto como otra persona que no los
hubiera visto venir, ¿no?
El caso es que
como todo en esta vida, tanto cualidades como defectos tienen un lado positivo
y un lado negativo que hemos de tener presente. Ni nuestras cualidades son
taaaaaaaaaaaan buenas ni nuestros defectos taaaaaaaaaaaan malos.
Oye, y quizás una
vez analizados así descubramos que aquella que creíamos que era nuestra mejor
cualidad a fin de cuentas es un defecto que no sabíamos ver y sobre el que
tenemos que trabajar para mejorarnos como personas. Y viceversa, aquel defecto
horroroso que tratábamos de ocultar a toda costa, resulta que es una de
nuestras mejores cualidades.
Y es que de vez
en cuando debemos pararnos y tomarnos un tiempo para hacer este ejercicio de
autoevaluación tanto para conocernos mejor a nosotros mismos como para a partir
de lo descubierto cambiar y seguir evolucionando en esta vida.
Yo, por ejemplo,
voy a seguir trabajando en este ejercicio a ver si consigo que mi lista de
cualidades llegue a 3 y mi lista de defectos … pueda reducirla a 3, ja, ja, ja.
Lo dicho, a veces
no hay peor juez que el que está dentro de nuestra cabeza!!
¿Quieres recordar el paso
anterior? Ve al paso 46: Pasa un día entero en silencio
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