¿Os habéis dado
cuenta de lo que les gusta a los críos pequeños dar vueltas y vueltas y
vueltas?
Yo cada vez que
les veo ponerse a girar como peonzas me descubro pensando: ¿qué placer
encuentra en dar vueltas y vueltas?, ¿acaso no se marea?, ¿o es que le gusta
marearse?,…
Y cuando digo
girar, digo también rodar, que aunque hoy en día eso de encontrar un prado en
pendiente está un pelín difícil… en cuanto descubren uno… halaaaaaaaaaa a bajar
rodando.
Pues bien, de eso
se trata el paso de hoy, de hacer de peonza como los niños o, hablando ya más seriamente, de convertirnos
en ejes sagrados como hacen los derviches.
Y es que las
vuelvas y vueltas que dan los derviches
(pertenecientes a una secta sufí) forman parte
de una ceremonia giratoria a modo de meditación en movimiento. Girando y
girando pretenden convertirse en un eje
sagrado que integre todos los campos de la existencia: físicos, emocionales,
mentales y espirituales.
No, si va a ser
que los críos pequeños son todos unos místicos, ja, ja, ja.
El caso es que
parece ser que aunque no seamos derviches, ni realicemos ritual religioso
alguno, dando vueltas y vueltas podemos conseguir resultados parecidos, es decir,
fusionar cuerpo y mente para
conectarnos con el Momento Presente.
Y para ello el
ejercicio propuesto consiste en dejar un pie inmóvil e impulsarnos con el otro
para girar sobre nosotros mismos, poco a poco según vayamos cogiendo velocidad
extenderemos los brazos hasta ponerlos en cruz para ayudarnos a impulsarnos
todavía más, todo ello mientras mantenemos la cabeza erguida y la mirada fija.
Durante unos minutos giraremos y giraremos aumentando el ritmo de nuestros
giros y cambiando ocasionalmente de dirección. Eso sí, rizando el rizo y nunca
mejor dicho, mientras giramos hemos de intentar apropiarnos del movimiento permaneciendo
tan presentes como podamos con respecto al fluir de cada giro y a la sensación
que éste nos provoque. La velocidad (como el tamaño, je, je, je) no importa; ya
que cuanto más conectados con presente
estemos, menos nos marearemos.
Claro que… esta
es la teoría del ejercicio, porque cuando la
servidora que aquí os habla, que con solo darse media vuelta cuando la llaman
ya se tiene que agarrar a lo que sea porque con ese simple giro ya se marea,
intentó llevar el ejercicio a la práctica…
…ja, ja, ja… la
HOST…TIA que casi me pego fue monumental.
Y es que allí
giraba todo: mi cabeza, mi cuerpo, el suelo, la habitación, el planeta, el
Universo,… y cada uno en un sentido y a una velocidad diferentes… ¡¡¡Menudo
mareo me pillé!!!
Os aseguro que:
1) conecté con el Presente…. con UN
Presente muuuuy MAREADO!!; y 2) fusioné
cuerpo y mente … cuerpo y mente REVUELTOS por el mareo!! Je, je, je.
Vamos que fue con
uno de esos Momentos Presentes NO
Disfrutados. Y es que lo de girar no es lo mío. Y que conste que me sé eso
de que cuando se gira hay que mantener la vista fija en un punto mientras gira
el cuerpo y luego girar más rápido la cabeza para volver a fijar la vista en
ese punto mientras acaba de girar el cuerpo, peeeeero… no sé si porque el giro
de cabeza lo hago demasiado bruscamente para evitar el mareo o porque ya una
está de las cervicales un pelín tocada o… el caso es que o me hago daño en el
cuello o me mareo todavía más.
No, está visto
que lo de girar no es lo mío. Y que este paso aunque no me ha hecho Disfrutar del Momento Presente me ha
servido para admirar no sólo a los niños-peonza J, también a los
patinadores de patinaje artístico, a los bailarines de ballet, a los de
break-dance, … y a todos aquellos que giran y giran y al parar son capaces de
quedarse quietos y no caerse redondos o ir dando tumbos como patos mareados
como me pasa a mí, ja, ja, ja.
Y vosotras, ¿sois
capaces de girar como peonzas sin marearos?, ¿qué sensación os produce?
Besazos!!
¿Quieres recordar el paso
anterior? Ve al paso 49: Observael cielo nocturno
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