Hoy abro mi Cajón
Desastre y saco de él otra de mis “aficiones”: el arte.
Afortunadamente vivo en una
ciudad con una amplia oferta cultural, que gracias a sus museos y salas de
exposiciones me permite disfrutarla. Entre ellos, el Museo del Prado (próximamente
os hablaré de una “ahorridea” para visitarlo) una de las más importantes
pinacotecas mundiales y que no me canso de visitar, tanto para ver sus
exposiciones temporales como para pasear por sus salas y quedarme extasiada
contemplando alguno de mis cuadros favoritos. Yo creo que más de uno debo de
haberlo gastado un poco de tanto mirarlo, je, je, je.
Y como a mi hermana también
le gusta el arte, solemos quedar una tarde al mes para “culturizarnos y
cotorrear”, es decir, primero vemos una exposición y después nos ponemos al día
en nuestras cositas. Y… ya sabéis como somos las mujeres…nos vamos pisando una
a otra la palabra intentando hablar las dos al mismo tiempo o…una de las dos
toma la palabra y no le deja a la otra meter baza en toda la tarde ;-P
Pero, sintiéndolo mucho por vosotr@s,
esta sección no va de nuestras charlas, sino de las exposiciones a las que
vamos, de comentároslas y animaros a visitarlas o… no. Eso sí…dejándoos muy
claro desde el principio que, aunque me gusta el arte, no soy ninguna experta y
que mis opiniones/comentarios os las doy desde mi punto de vista “profano”.
La primera que os voy a
comentar es la dedicada a El joven Van Dyck en el Museo del Prado.
Y antes de comentarla, algo
que suelo hacer antes de asistir a una exposición: “preparármela” un poco para
saber qué voy a ver. Y en este caso me la preparé buscando su biografía.
Anton van Dyck (Amberes,
1599-Londres, 1641) es uno de los grandes pintores flamencos del s. VII.
Hijo de un próspero comerciante de paños y sedas, a los 10 años entra como
aprendiz en el taller de Hendrick van Balen, uno de los principales pintores de Amberes,
especializado en cuadros de altar y escenas clásicas y mitológicas, con un
estilo muy italianizante.
En fecha desconocida ingresa en el taller de Rubens, que en
1608 había vuelto de Italia trayendo un lenguaje visual nuevo; su ambición,
dramatismo y colorido encajaban bien con la religiosidad contrarreformista de
los Países Bajos españoles.
En 1620 es ya el ayudante principal de Rubens, aunque antes
de ello e incluso de ingresar como maestro en el Gremio en 1618, van Dyck tiene
su propio taller independiente en Amberes.
En 1620 Van Dyck se desplaza a Londres donde trabaja
para el rey Jacobo I y otros miembros de la corte, como el duque de Buckingham
y el conde de Arundel, coleccionistas y mecenas rivales.
En febrero de 1621 vuelve a Amberes, donde permanece
hasta octubre de 1621 cuando marcha a Italia. Durante este periodo pinta los magníficos
retratos de Frans Snyders y su esposa e Isabella Brant, esposa de Rubens.
En Italia está seis años durante los que pasa por
Génova, Venecia, Sicilia,… De estos años data su devoción por Tiziano, una
constante en su carrera.
En Génova Van Dyck se convierte en el principal
retratista de la aristocracia local (élite relativamente joven e inmensamente
rica). Los retrata sobre el fondo de la vistosa arquitectura de sus palacios y
realzando el lujo de su indumentaria.
A su vuelta a Amberes, en 1627, es nombrado pintor de
la archiduquesa Isabel, en cuya austera corte es muy solicitado como retratista
(destacar la pareja de retratos de Philippe
le Roy, señor de Ravel, y su prometida de 16 años Marie de Raet).
Entre 1628-1630 realiza cuadros con una gran carga
espiritual (seis crucifixiones de gran tamaño, y varias Piedades y escarnios de
Cristo), caracterizados por un emocionalismo piadoso, identificados con la
renovación católica de la Contrarreforma, e impregnadas de un intenso y místico
fervor religioso, elemento importante de la personalidad y el arte de Van
Dyck.
A comienzos de 1632 se traslada a Londres a petición
del rey Carlos I, el mayor mecenas de las artes y coleccionista que haya
ocupado el trono de Inglaterra, fijando para la posteridad las imágenes de
Carlos, su esposa francesa Enriqueta María y sus hijos.
Aunque viaja con frecuencia al continente, Van Dyck permanece
en Inglaterra hasta su muerte en 1641 (a los 42 años).
Tras esta
introducción, paso a hablaros de la exposición que se centra en los primeros años
de formación de Van Dyck hasta su marcha a Italia en 1921.
Desde que en 1609 inicia su aprendizaje con van Balen, pasando
posteriormente al de Rubens, hasta 1618, año
en el que se inscribió como maestro en el gremio de pintores de la ciudad, Van
Dyck cultivó estilos distintos, demostrando una fuerte personalidad y una
tendencia a experimentar (p.ej. su gusto por los tipos humanos rústicos y por
una manera de pintar que hace visible la textura).
En 1618, año en que se
establece como maestro independiente, Van Dyck pinta cuatro retratos (Retrato
de un hombre de 60 años, Retrato de una mujer de 60 años, Retrato de un
hombre de 57 años y Retrato de
una mujer de 58 años) y probablemente también en este año realizara
su primer encargo público: el Cristo con la cruz a cuestas para la
iglesia de los Dominicos de Amberes.
Para mí de toda la
exposición, los cuadros que más me gustaron y más me impactaron fueron estos
cuatro retratos, principalmente porque me gusta mucho descubrir las fisonomías,
ropajes, joyas…de otras épocas a través del arte. Estos retratos son de un gran
realismo. Me impactó mucho ver cómo alguien con tan sólo 19 años podía
demostrar tanta destreza en el retrato; parece que los personajes van a moverse
en cualquier momento y salir del cuadro. Y sus expresiones… la Mujer de 58 años muestra una elegancia
en la postura y su mirada está llena de tristeza, de aceptación y sabiduría
acumulada a lo largo de su vida. Desgraciadamente no he podido encontrar imagen
alguna de ellos para mostrároslo, aunque sí del retrato de Cornelis van der
Geest ya de 1620.
Desde 1617 hasta 1621
simultanea su colaboración en el taller de Rubens con su trabajo independiente.
En los cuadros que pinta en su propio taller, la influencia del maestro se
combina con un lenguaje muy personal, visible en el gusto por las texturas y en
unos tipos físicos toscos y nada idealizados. En la exposición pueden verse varios cuadros en los que se aprecia
esa original combinación de elementos propios y ajenos. Son obras de una
energía y una madurez sorprendentes para un artista entre los 18 y 21 años.
Pese a ello, o quizás
por ello, estos cuadros son de los que menos me gustaron…No suelen gustarme
mucho los cuadros religiosos y esos tipos físicos toscos, resultaron ser
demasiado “toscos” para mí.
Rubens preparó de tal
modo a Van Dyck que llegó un momento en el que el alumno era capaz de imitar a
la perfección el estilo del maestro. Pese a ello, en la producción juvenil de
Van Dyck se aprecia una experimentación constante, manifiesta en sus frecuentes
cambios de estilo.
Son obras, como San
Sebastián atado para el martirio y El Prendimiento, que contienen
figuras de gran originalidad, en las que le preocupa menos la impresión de
relieve que la fluidez de la pincelada y la estilización de las formas.
Algunos de los
retratos de Van Dyck (Retrato de una familia) pueden fecharse poco antes de partir de Amberes, en
octubre de 1621, pues algunos de sus modelos son personas a las que conoció
durante los meses que pasó en Inglaterra (octubre, 1620 – marzo, 1621), antes
de viajar a Italia.
En estos cuadros se
aprecia un estilo muy personal, definido por la fluidez y estilización de las
formas y la elegancia de las posturas. Características que se irían afianzando
en el arte de Van Dyck, hasta convertirle en uno de los retratistas más
influyentes de la historia del arte europeo.
Para terminar,
enseñaros otro de los cuadros que me causaron gran impresión: La caza del
jabalí (1620) pues es de un gran realismo y crudeza. En él se muestra la
escena final de una cacería, cuando el jabalí herido y tras haber matado a un
par de canes y herido a otro en la lucha, con la mirada roja de furia, está a
punto de perder la batalla (por desgracia, la imagen tampoco hace justicia al
cuadro).
Y vosotr@s, ¿habéis
visto ya la exposición? ¿os gustó? Y para quien no la haya visto…animaos, que
todavía estáis a tiempo.
Besos!!
Eso, eso.... las charlas y los cotilleos que sigan quedando en secreto!
ResponderEliminarEn cuanto a la exposición soy de la misma opinión, los cuadros que más me llamaron la atención fueron los retratos y en concreto esos que mencionas, destilan tanto realismo que da la impresión que de un momento a otro van a salirse del cuadro. No comparto contigo el gusto por el de la caza y el jabalí moribundo, me pareció espantoso.
No has contado la anécdota de la exposición: estábamos contemplando uno de los cuadros religiosos (tampoco spot una enamorada de la temática religiosa) cuando por el rabillo del ojo "vi" algo raro, me giré y observé que era un joven cura, muy alto, altísimo y muy delgado para su estatura pero lo más llamativo era su indumentaria, sotana a la vieja usanza, de esas que terminan en acampanada y que una espera encontrar sólo en el Vaticano. Lo gracioso es que si a mí me sorprendió ver una figura tan anacrónica y de aspecto tan de Greco, tan estilizada..... a ti te debió de sorprender mucho más, casi asustar porque al darte media vuelta casi pegaste un respingo..... Jajaja.