Muy buenas!!
Una vez más y gracias, otra vez, a la Fundación Mapfre (en su sala del Pº de
Recoletos), aquellos que como yo somos amantes del Impresionismo, podemos
visitar el Museo D’Orsay sin
movernos de Madrid.
Hace un par de años, creo recordar que mientras se
estaban realizando unas obras de remodelación en el Museo D’Orsay, la Fundación
Mapfre ya nos trajo una magnífica representación de lo mejorcito del movimiento
Impresionista. Dicha exposición tuvo tanta aceptación, que ahora nos la
complementan trayéndonos 78 obras correspondientes al periodo final del Impresionismo y al surgimiento del Postimpresionismo.
Así que mientras llega el día en que pueda tener el
placer de pasearme por las salas del Museo
D’Orsay, he podido disfrutar de esta exposición que me ha permitido ver
cuadros que sólo conocía por libros de arte y... por mucho que haya avanzado
hoy en día la fotografía, la calidad del papel e impresión y demás… nunca,
jamás de los jamases, se acercarán lo suficiente al color, a la textura, a…
todo del original. Por ello, no hay que perderse estas oportunidades únicas.
La exposición está organizada por salas en función de
los pintores y movimientos más representativos.
MONET
Tras la última exposición de 1886, los impresionistas dejaron
de representar temas relativos a la ciudad moderna y sus alrededores, para centrarse
en otros que les permiten expresar mejor sus preocupaciones plásticas. Así Monet, partir de 1890 empieza a pintar
sus series dedicadas a los almiares (1890), los álamos (1891) y la catedral
de Ruan (1892-93).
En Giverny,
Monet comienza la serie de nenúfares, desapareciendo todo resto
de perspectiva, mientras que sus motivos se disuelven una atmósfera cada vez
más abstracta y lírica; lo mismo que en sus vistas del Parlamento de Londres
(1904).
RENOIR
En 1880, Renoir
volvió a participar en el Salón Académico obteniendo un gran éxito gracias a
sus retratos (sólo se puede apreciar de verdad “en vivo y en directo” de lo llamativo y único del rojo del fondo
del retrato de Fernand Halphen de niño).
CÉZANNE Y SU
INFLUENCIA
Cézanne, al sentir la necesidad de romper con las reglas y de
sobrepasar los límites que impone la técnica impresionista, fue el nexo de
unión entre el impresionismo y el postimpresionismo.
Como se puede observar en Manzanas y Naranjas, Cézanne
insiste en el papel desempeñado por los diferentes aspectos de la composición, abriendo
el camino que conduciría al cubismo.
TOULOUSE-LAUTREC Y
MONTMARTRE
Toulouse-Lautrec, en 1886, conoce a Van Gogh, Bernard y Anquetin (retrato de Henry
Samay), y los cuatro empiezan a exponer bajo el nombre de «impresionistas
del petit boulevard».
Toulouse-Lautrec a través del retrato de las grandes divas del Moulin
Rouge (La payasa Cha-U-Kao) inaugurará una nueva manera de pintar, de
una gran simplificación y austeridad de recursos.
EL NEOIMPRESIONISMO
Ante la insistencia de Camine Pissarro, sus amigos
Georges Seurat y Paul Signac (La
entrada del puerto de Marsella y El Palacio de los Papas) participaron
obras «puntillistas», lo que generó una fuerte controversia, en la octava y
última exposición impresionista.
El crítico de arte Félix Fénéon inventó el término «neoimpresionismo» para definir este
nuevo estilo pictórico en el que los colores puros (aplicados mediante pequeños
puntos) se yuxtaponen, favoreciendo la mezcla óptica de los colores en el ojo
y no en la paleta.
VAN GOGH
En febrero de 1888, Van Gogh viaja a Arlés, donde
trabaja en el poder de sugestión de los colores y en el significado simbólico
que estos permiten.
Durante las nueve semanas en que Van Gogh y Gauguin
compartieron en Arlés (cuyo trágico final conocemos todos), Van Gogh acrecentó
su familiaridad con un sincretismo radical, de planos de color bordeados con
gruesos y oscuros (El salón de baile en Arlés (1888)).
GAUGUIN Y PONT-AVEN
En 1886, Gauguin
se instala en la localidad de Pont-Aven
(que acogía una colonia cosmopolita de artistas que conseguían vivir con casi
nada), donde dice encontrar «lo salvaje, lo primitivo». Desde 1860 este lugar.
En ese ambiente, Gauguin conoce Émile Bernard, con el que elabora una nueva manera de pintar que
elimina los detalles y contornea las formas planas mediante un trazo negro que
recuerda al plomo de las vidrieras.
NABIS
Alrededor de la emoción suscitada por el cuadro El talismán que Sérusier pintó en 1888 bajo el dictado de Gauguin, se reunió un grupo de artistas
autodenominado «nabi» que concebía la pintura «como un grupo de acordes, alejados
definitivamente de la idea naturalista».
Sin embargo, los nabis son muy diferentes entre sí:
Pierre Bonnard y Émile Vuillard exploran notas intimistas y sensibles;
Ker-Xavier Roussel se concentra en
temas bucólicos; y Maurice Denis (El
minueto de la princesa Maleine), Paul Sérusier y Paul Ranson se
decantan por una mística de corte católico.
Pese a que para mi gusto que estuvo muchiiiiiiiiiisimo
mejor la que trajeron hace unos años, como habréis podido ver la exposición
merece una visita en toda regla, además el acceso es gratuito ;-D y aunque cuando yo fui no había que esperar mucho para
acceder, si queréis evitar colas podéis acceder la página web de la Fundación Mapfre
y reservar con antelación día y hora (eso sí, dáros prisa que termina en mayo).
Por último quiero dejar claro que, aunque me encanta
el arte impresionista, sólo soy una aficionada, por ello lo que he escrito de
la exposición es un breve resumen del folleto explicativo de la misma, mientras
que los cuadros (una pequeña muestra de los que más me gustaron) proceden de la
web del Museo D’Orsay.
Espero haberos animado a visitarla y que si lo hacéis
me contéis si os ha gustado tanto como a mí.
Besos!!
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